Turista permanente

Un mes y medio entre Paris, Boulogne y un poco de Buenos Aires. Los primeros días en un país que vive un enero de temperaturas bajo cero me descubrí a mi misma observando, con la curiosidad propia del recién llegado, a la gente usando gorros de lana y bufandas mientras circulaban por la vereda en monopatín (aquí el trottinette es un medio de transporte más que habitual para grandes y chicos), y admirando la decoración navideña en un contexto donde las botas y el saco de Papá Noel parecen más adecuados que en Latinoamérica.

Ahora ya pasado un tiempo y empezando a habituarme a madrugar, a tomar café, a entender que ir a la fromagerie – quesería – no es cosa menor (de hecho es un acontecimiento del que posiblemente les hable en otro momento, porque LO AMERITA) y a comprar tiras de 10 tickets para el Metro (así me ahorro uno), creo que comienzo a entender un poco la preocupación de Cortázar, que en esta aventura funciona como una especie de guía y antecesor de la vida parisina para mí, cuando le escribía desde la Cité Universitaire a sus amigos los Jonquières en Argentina:

Ya llevo aquí cuatro meses, y anoche, al hacer un balance mental de este tiempo, me daba cuenta de la asombrosa familiaridad con que me muevo en este mundo. Ahí está, ahora, el peligro (…). Es ahora que debo impedir que los conceptos me escamoteen las vivencias (…). Quiero que la maravilla de la primera vez sea siempre la recompensa de mi mirada” – Cortázar, Julio; Cartas a los Jonquières, Alfaguara, Bs.As. 2010 .-

Cuando la fortuna, el destino, la vida, o como quiera llamar a la serie de circunstancias que me han traído a vivir al lugar que siempre soñé, te hacen un guiño semejante: ¿cómo no plantearse este tipo de ideas? ¿A ustedes les pasó alguna vez? Vivir con los ojos bien abiertos y el corazón dispuesto a sorprenderse todos los días no es tarea fácil. Viajar y cambiar el ritmo cotidiando ayuda, pero por un tiempo solamente. Nada impide que en algún momento nos volvamos a encontrar con el riesgo de una nueva cotidianeidad. Es por eso, mi querida ville lumière que hoy me decidí y me propongo ser contigo una turista permanente. Me propongo que tus luces, tus cafés y tus trenes me sigan sacando una sonrisa, que siempre haya una calle para tomar que no sepa donde termina y que cuando encuentre música en vivo en algún lugar inesperado, siempre tenga al menos un ratito para parar y escucharla…

Siguiendo esta línea de pensamiento y sacando ventaja a esto de escribirles cartas a través de medios virtuales, les muestro un poquito de lo que se ve a través de mi ventana por estos pagos.

2 thoughts on “Turista permanente

  1. Ayelen says:

    Me encantó este post!!! Bellamente escrito y las palabras por momentos me ilustran muy vivamente escenarios que podrías estar protagonizando allá.

    Desde mi propio viaje en Chile puedo decir que con el paso de los días y el estar rodeada de la familia, hace que uno se sienta más o menos como en casa: levantarse (o que te manden a levantar) para desayunar en conjunto, acompañar a hacer recados, sentarse a comer, escuchar las cosas que pasaron en el día, ver un partido (algunos hinchas de la Universidad de Chile y otros del Colo Colo = festejos, enojos y burlas al perdedor), tomar “la once” (a esta altura uno se da cuenta que la mesa SIEMPRE está servida)…. y todas esas cosas hacen que uno empiece a sentir paralelismos con su propio hogar y sus propias dinámicas familiares…. hasta que de repente uno se toma el micro para ir al centro y las calles suben y bajan como si de una montaña rusa se tratase, y de entre las casas de madera (porque todas son de madera, coloridas y eclécticas) de repente se abre el océano Pacífico y la costanera de Puerto Montt y si el día está despejado y claro, se observan las islas y a lo lejos los volcanes Osorno y Puntiagudo, y el paisaje es de un verde más saturado y…………. y muchos otros “y” que ya no hacen que se parezca a la cotidianeidad de la ciudad de las diagonales, donde no hay cuestas muy empinadas, ni verdes tan saturados, ni océano Pacífico, ni volcanes; pero si hay la familia, y el encuentro en las comidas, y los chistes, las cargadas y sentarse a ver el partido….

    Pienso que a fin de cuentas, es acertado que quieras sentirte una turista permanente, permitir que el paisaje te atrape y te haga detener la mirada en lo cotidiano de los que te rodean; pero al mismo tiempo te deseo que puedas sentirte lo suficientemente “en casa” amiga.

    Saludos y muchos éxitos!

    Ayelen

    Liked by 1 person

    • Como de costumbre, que alegría encontrarme con tus palabras y con esas impresiones que te provoca el país andino, y que tan bien describís amiga! Los momentos en familia y los paisajes inusuales por la ventanilla del micro me llevan a subir y bajar esas calles con casitas de madera a mi también! Muchas gracias por pasar y dejar tu carta/comentario. Me parece muy interesante tu reflexión y más aún porque la verdad nunca se me había ocurrido pensar la condición de “turista permanente” como opuesta al “sentirme en casa”. Supongo que, inconscientemente, eso estará dando la pauta de que estoy sinceramente muy bien acá? De hecho sentarse a desayunar/almorzar, hacer las compras, llegar a la casa familiar después de un tiempo sin verse y querer mostrar todo lo que pasó e hicimos en esos días es habitual acá, tanto como en nuestra ciudad de las diagonales. Son las pequeñas cosas las que acercan, una vez más, y le dan calidez a este escenario.
      Espero seguir leyendo sobre tus y, y y………….. !!!! Un abrazo fuerte

      Like

Leave a comment